Está oscuro y tengo mucho frío. Apoyadito contra la pared, en cuclillas busco encontrar el más mínimo calor abrazando como puedo mis rodillas. Hundo mi cabeza entre las piernas, no se si tengo los ojos cerrados o abiertos. ¿Qué más da? Prefiero vivir en mi cabeza, allí al menos no finjo que sonrío.
Una ciudad abre sus puertas delante de mí. Un portón inmenso, de una hermosa madera, ni un solo nudo, ni una sola grieta. Más adelante, luz. Una brillante resplandor que obliga a taparse los ojos con las manos con el fin de no dañártelos. Trompetas sonando, pero allí no había nadie.
<< Cientos de edificios de cristal, calles blancas, ni un solo chicle que fastidiara tal bella estampa. >>
Conforme más me adentraba en aquel precioso (Pero a la vez tétrico) lugar, más se aclaraban mis dudas. Seguía solo. Ni un alma que me explicase dónde me encontraba, en qué día vivía, ni cuánto tardaría en salir de allí. Tan solo mi pequeño bloc de notas, donde apunto todo cuanto alcanzo a ver, y comparto en este mismo instante contigo.
Quique Jiménez Almagro, @AkaJito7
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