jueves, 26 de enero de 2012

Un pueblo sin cultura es un tierno rebaño manejable.

Esta es la historia de Venárez, un pequeño pueblo al que su rey tenía completamente bajo control. No era cruel con sus habitantes, jamás usó la violencia. Simplemente se basaba en la desinformación de su gente para que éstos acataran, sin ningún reparo, todas las leyes que proponía.

La educación que recibían los habitantes de Venárez era muy básica; de pequeños aprendían a leer y a escribir, cuidar el campo, talleres de trabajos manuales y lo más imprescindible de las matemáticas. Además, al ser un pueblo cercano al mar y la montaña, con un clima agradable y bellos paisajes… ¿Quién se querría ir de allí?

La familia real llevaba en Venárez desde tiempos inmemoriales, no se recordaba ninguna guerra, votación, y como nadie conocía a ciencia cierta la historia de su propio pueblo, tampoco se preocupaban en preguntar a sus mayores, ya que sabían que las respuestas de éstos no les iban a resolver muchas dudas. El rey, realmente era de otro pueblo y otra cultura bien distintas, y con un poco de arte, sabía manejar fácilmente el rebaño sin que éste pusiera la más mínima oposición. Cuando algo no era de su agrado, manipulaba a la prensa local para que todo el pueblo se enterase de lo mal que se habían portado fulanito o menganito, con los correspondientes linchamientos y manifestaciones en su contra. Librerías y bibliotecas no tenían cabida en Venárez, pueblo más bien de gimnasios y restaurantes de comida rápida.

Una vez, un habitante de Venárez pensó en lo poco que pensaba la gente de allí, lo poco que sabían a parte de sus propias tareas e ideó un plan para que todos sus vecinos supieran un poco de todo, y estuviesen más culturizados. Colocó en medio de la plaza, una mesa grande y bonita, bien labrada, en la que había diferentes casillas que había etiquetado, estaban las más básicas como las de “horticultura” y “cocina” hasta “publicidad” o “diseño”. En un principio no se le hizo mucho caso a la “Mesa de las etiquetas” pero cuando el primer vecino contó lo bien que le había ayudado leerse un par de líneas de un libreto de “gimnasia” todos pasaban las tardes yendo y viniendo de aquella mesa colocando y utilizando las etiquetas a su placer. ¡El saber no tiene cabida! decía el creador de la mesa, mientras la hacía mas grande debido al éxito que estaba teniendo su idea.

Cuando el rey se enteró de lo que pasaba en el pueblo, quiso destruir aquella mesa y quemar todos los panfletos, sabía que todo eso no le iba a traer nada bueno y pensaba que lo único que conseguiría sería un pueblo rebelde, así que mandó a la guardia quitar la mesa, de noche, cuando nadie les mirase, dejando una nota que rezara “Artefacto creado por y para el mal, eliminado por su majestad en beneficio de todos”

La respuesta del pueblo fue evidente, jaleo, manifestaciones, ruido en contra del rey, pero éste sabía como mantener a sus subordinados, así que mandó a la prensa un comunicado en el que ponían al humilde creador de “la mesa” de vuelta y media. Difamaciones, calumnias, mentiras… El creador de “la mesa” fue a la cárcel y el pueblo comprendió que realmente aquel que les regaló aquella idea realmente era una mala persona y nadie más se quejó.

En su pobre ignorancia fueron felices y comieron perdices, el rey siguió manejando a un rebaño sin cultura y éste se dejó sin rechistar.


Quique Jiménez Almagro, @AkaJito7

miércoles, 18 de enero de 2012

Fragmento roto 2 (Sin principio ni final)

“<< Situación: Mansión de la familia Mathie, sala de té. Unas enormes y pesadas cortinas de terciopelo rosa acabadas en unos esponjosos ribetes cubren el gran ventanal, aportando una cálida y apacible sensación a la estancia. Sentadas una frente a la otra en cómodos sillones orejeros continúan su charla. >>


-Ya está, ya lo has conseguido… ¡Mira que te ha costado!
-(Su compañera ríe)
-Tantas palabras, miles de historias con sus distintos finales imaginarios en tu cabecita, tantas noches en vela… ¿A caso merecía la pena?
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que, el camino ha sido emocionante, te he visto viva, decidida en cada paso que tomabas… pero ahora que ya lo tienes estás mucho más apática, indiferente. Como si todo lo que has luchado ayer no lo estés disfrutando hoy.”


Quique Jiménez Almagro, @AkaJito7

viernes, 13 de enero de 2012

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La tenía en su red, y él lo sabía.

Atrás quedaron aquellos preciosos colores que le resaltaban en las mejillas cuando se ruborizaba. Perdió su aroma, el color y la alegría. Como una rosa marchita a la que cortaron las espinas para que no pudiera hacer daño a nadie fue secándose lentamente, abandonada y tronchada a su suerte en un jardín seco, y que, para que negarlo, sabía que nadie iba a regar.

Ella no paraba de repetir que todo iba a cambiar, que le dejaran de contar cuentos de televisión, que ya había pasado por esto y que sabía mantener la situación. No era ninguna mosquita muerta, y el hombre del que se enamoró no era como los demás. Él era especial.

Tan especial fue que no era capaz de mover un pie sin su consentimiento. Se dejó cortar las alas por un simple cobarde inseguro que le prometía amor a cambio de sumisión. Que llegaba a casa tarde, furioso y con la boca desencajada, oliendo a perfumes baratos y haciendo equilibrios con los brazos.

Lejos de amarla, para él tan solo era una posesión más, un simple mueble que hacía lo que se le ordenaba. Estas son las historias en las que, a no ser que la princesa despierte a tiempo, siempre gana el malo.


Quique Jiménez Almagro, @AkaJito7

jueves, 5 de enero de 2012

Nuestro particular rompecabezas.

Podríamos decir que somos una pequeña pieza de un gigantesco puzle, anclados fuertemente a familiares y amigos (nuestros círculos más cercanos).

Todos y cada uno de nosotros nacemos con piezas ya ensambladas de serie, y piezas que se incorporarán a lo largo de nuestra vida. Unas quedarán para siempre mientras que otras, debido a que no encajen perfectamente en nuestro puzle, serán sustituidas o directamente suprimidas.

Con todo esto, buscamos poco a poco perfeccionar este bello puzle de nuestra vida con la pieza maestra, una única pieza que ocupe ese lugar vacío y transparente del rompecabezas de nuestra vida.

No siempre nos damos cuenta pero muchas veces, cegados por el interés de llenar ese hueco, la pieza que hemos colocado ahí tapa otras piezas más importantes, entra a horcajadas y empuja a las demás. Unas piezas que han estado embelleciendo nuestro puzle desde que decidiste con todo tu cariño dejarles un hueco en tu particular rompecabezas.

Aprende a cuidar ese hueco, es tu hueco, no quieras rellenarlo con un eslabón que no encaje con tu puzle.

Quique Jiménez Almagro, @AkaJito7